Igual que el telón del teatro se abre ante la espera de un público impaciente las flamencas salieron a la pasarela esperando un momento que hace cuatro años era un sueño. La obertura, esa pieza musical que nos introduce en las grandes obras de arte contemporáneas, ya sea teatro, ópera o cine nos acercaba a ese debut de Javier García que el diseñador hizo suyo, llevando a la pasarela de SIMOF lo que ya había sido un éxito entre su clientela y ahora tocaba mostrar al público en general.
Tangobertura es una muestra de flamenca y fiesta con tintes barrocos y en los que el minimalismo apenas tiene espacio. Javier García no entiende a la flamenca con pocos volantes, sin vuelo o sin volúmenes que den cuerpo a los trajes. También le cuesta prescindir de aplicaciones u ornamentos en los cuerpos y allí donde podría jugarse al menos es más vemos que hay algo que diferencia y hace única a las piezas. Esa búsqueda del detalle, de que cada traje tenga su propia personalidad, es el resultado de mirar atrás y buscar qué fue aquello que en su momento impresionó a sus clientas, ya fuese un canastero de incontables metros, mangas húngaras, combinaciones de color, escotes pronunciados, juegos de transparencias o, por qué no, incluir el oro en mayor o menor medida en casi todos los diseños. Javier pensó con mucho acierto qué tenía que poner en cada modelo, le dio a cada uno de ellos la misma importancia y logró una muestra profusa en detalles que iba en un in crescendo constante.
Y es que las oberturas no eran piezas simples. Al revés, la de 1812 de Tchaikovsky (sonó en el desfile) es todo un ejemplo de magnanimidad, de hacer las cosas a lo grande sin dejar nada fuera y presentando una estructura consolidada con la apariencia de caos. Javier lo tuvo claro: tenía que presentar a sus flamencas a quienes no las conocían y dar un golpe sobre la mesa tras cuatro años de espera. Él ha venido para quedarse y si esto es solo una obertura, ¿Qué no esperará en el primer acto?
En líneas generales: Javier García debuta en SIMOF con una propuesta pensada en flamencas con personalidad, que ni son clásicas ni excesivamente modernas o mucho menos conformistas.
Destacamos: los detalles y aplicaciones que pueblan cada uno de los diseños. Vista la colección en su conjunto se da un aire de elegancia similar al de una alfombra roja, de glamour y opulencia que recuerda a la alta burguesía que iba a la opera. A ello también ayuda el trabajo de Antonio Arcos en los complementos.
¿Qué me recomiendas?: el traje blanco de lunares negros con mangas húngaras y falda canastera es y será uno de los más recordados de la colección. Otro de los protagonistas es también el canastero en blanco y negro. De los modelos de fiesta nos quedamos con el azul y negro con botones dorados.

















